viernes, 18 de junio de 2021

CIUDADANIA 2DO S6

 

Tema: El diálogo y la deliberación como forma de consenso y disenso


Objetivo de Aprendizaje: Determinar el origen y significación de los conceptos de consenso y disenso, mediante el dialogo para conocer la función de la construcción permanente de la igualdad y la dignidad humanas

Observar el siguiente video:


 

¿Qué diferencia al consenso del disenso?

¿Es posible en democracia estar en desacuerdo con algo y tener el derecho a expresarlo?

 

Actividades de desarrollo

El derecho a la igualdad natural se basa en reconocer y garantizar  las diferencias para expresar lo diverso, pues se concibe que las sociedades humanas son plurales y poseen una gran cantidad de formas de ver y entender la realidad, tantas como distintos intereses tienen los grupos humanos. Dentro de esta aspiración, el disenso y el consenso son dos elementos clave para que la igualdad parta de procesos de diálogo y deliberación. El disenso consiste en plantear un desacuerdo con respecto a algún tema en particular. Se trata de una divergencia que se origina en las múltiples formas de pensar que tienen las personas, en sus intereses y experiencias.

El disenso es parte de la cultura política heterogénea, en la que es posible manifestar el desacuerdo con quienes están en una instancia de poder, sin por ello ser juzgado, anulado o excluido, sino todo lo contrario: ser valorado por presentar un punto de vista diferente.

En cambio, el consenso es estar de acuerdo en algo y ocurre como resultado del acuerdo al que llegan las partes que tienen posiciones divergentes y que es satisfactorio para todos. Implica la superación de las diferencias y el encuentro de elementos comunes de beneficio mutuo. Incluso se dan acuerdos cuando no todas las partes están totalmente satisfechas con todo el contenido del acuerdo; sin embargo, se han encontrado puntos convergentes o que presentan un punto intermedio entre dos posiciones antagónicas.

Cuando existe disenso en un diálogo o deliberación es mejor encontrar los elementos que nos acercan y sobre ellos trabajar los acuerdos; lo contrario es radicalizarnos y enfatizar en los puntos que nos alejan. La aplicación de este diálogo o deliberación en el poder, según Riorda (2011), se da cuando los gobernantes ponen en práctica el incrementalismo, un estilo comunicacional de consenso que enfatiza en lo gradual y jamás en lo radical..



El asunto no es deponer posiciones o invalidarlas o que una parte se sobreponga por sobre otra; lo que se debe lograr es ubicar puntos de consenso en común. El diálogo Si partimos de la comprensión que Paulo Freire hace del ser humano, este es un ser de contactos y de relaciones, en las que el uso de la palabra permite construir el diálogo. Sin embargo, cuando ocurre la invasión cultural, se niega este diálogo y viene la dominación, la anulación del sujeto como actor de la sociedad (1996). Para este autor, las relaciones humanas pueden ser verticales impositivas y anuladoras de las personas, en las que no hay diálogo, sino la aceptación de órdenes. También pueden ser horizontales, democráticas, respetuosas, participativas. 



El diálogo es una práctica de esta última forma, que se realiza con paciencia, amor, tolerancia y respeto, con la esperanza de que se encontrarán soluciones al generarse confianza entre las partes, lo que posibilita llegar a un consenso, sin que por ello se deje de ser crítico. El diálogo invita a todos los participantes a aportar con sus puntos de vista sobre un tema en común. Si no se cumple con esta premisa se establece un diálogo de sordos. El diálogo debe seguir en orden: a) los participantes deben estar de acuerdo con el tema; b) levantar la mano para intervenir; c) intervenir con base en lo ya dicho; d) Buscar el consenso. Una regla básica es respetar las opiniones de los demás y escuchar de forma atenta, así como expresarse sin ofensas. Algunas formas de diálogo son: el coloquio, el debate, la entrevista, la tertulia, la mesa redonda, el foro (Habermas, 1991).

Cuando se trata de grupos grandes de personas, crear espacios de diálogo resulta difícil por lo que una herramienta para provocar procesos de diálogo con todos es formar grupos pequeños de 15 o 20 personas, llamados grupos focales. En este espacio es posible que todos participen, se debatan ideas y se saquen conclusiones que se presentan al resto de grupos a través de un portavoz (Llopis, 2004). Los grupos focales deberán tener un moderador que ayude a que los participantes tengan objetivos claros, acuerde las reglas del diálogo, maneje el tiempo, promueva el compromiso para alcanzar consensos, evite la radicalización de posiciones y promueva la identificación de puntos de acuerdo.

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