La democracia como experiencia social: manifestaciones y expresiones en la vida cotidiana.
Reconocer la democracia como una experiencia social enfocándose en el análisis de sus manifestaciones y expresiones en la vida cotidiana y en las prácticas ciudadanas comunes.
¿Cómo construyes democracia en tu vida
diaria?
La tolerancia rompe con los imposibles y abre
la mente hacia el amor.
Cada persona puede aportar a la democracia cuando
en su vida crea una cultura de paz.
Desequilibrio cognitivo
¿Hay relación entre la democracia y el amor?
Conceptualización
Después de analizar las demandas sociales de
los pueblos, su vinculación con la soberanía popular y la legitimación social
del poder político, es preciso reconocer que todo ello aporta a entender a la
democracia como una experiencia social, donde esos y otros procesos forman
parte de sus manifestaciones y expresiones cotidianas.
La
convivencia democrática
implica aplicar los principios de la democracia a la vida humana en todos los diferentes espacios donde se desarrolla: la escuela, la familia, la calle, un parque, el estadio, etc.
La
tolerancia
El límite de la tolerancia o lo que es imposible tolerar es aquello que va en contra de los seres humanos como la guerra, la corrupción, la xenofobia, el racismo, la violencia en todas sus formas, la denigración humana, la exclusión o discriminación.
La no violencia activa y el diálogo
La renuncia a la violencia llamada ‘no violencia activa’ y el ejercicio del
respeto al “otro”, es otro de los principios fundamentales que permite crear
una cultura democrática, porque concibe que los conflictos son parte de la vida
y de los cambios o transformaciones sociales que deben darse; siempre se darán.
Lo que varía es la forma de resolverlos.
En la democracia se pretende que la
población adquiera cada vez más la destreza del diálogo tolerante, a través de
la escucha empática, comprensión y empatía con
el otro, entender sus necesidades, ceder posiciones, generar consensos, llegar
a acuerdos y cumplir con ellos. Esto es lo que conocemos como una cultura de
paz.
La solidaridad
Siempre en el transcurso de la vida suceden hechos inesperados que ponen a las personas y colectivos en situaciones difíciles y los convierten en vulnerables. La sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad de cuidar a sus miembros, protegerlos y permitirles que recuperen su estado de bienestar, en caso de perderlo. La solidaridad es el conjunto de acciones de apoyo y ayuda mutua que concretan un acto de amor y cuidado desinteresado hacia quienes lo necesitan.
Construir la democracia social implica cultivar una nueva sensibilidad que rompe con la indiferencia, el quemeimportismo, el individualismo. Requiere que las personas nos sensibilicemos frente a lo que le pasa al otro y actuemos enseguida para ayudar; que entendamos que el desarrollo de un país se consigue cuando todos estamos bien; cuando pongamos por delante al colectivo humano como el gran objetivo, del cual el individuo es parte.
La participación
La apatía, el inmovilismo y la pasividad son actitudes que impiden construir la democracia. La democracia social se construye con personas que son actores de su propia vida, que rompen con la sumisión y con la imposición, y en el ejercicio de su libertad y soberanía se permiten ser ellos mismos, construir sus sueños, tener una identidad personal, gustos, preferencias, pensamientos, y así actúan en coherencia con eso (Bobbio, 1984).
Si bien el objetivo máximo en la democracia es la
colectividad, el aporte que cada individuo hace, desde la incorporación de los principios
democráticos en su propia vida, nutre ese colectivo.
Esta actitud implica que cada persona incorpore la
democracia en su forma de ser, en el tipo de relaciones que construye con los demás,
en el interés que pone en lo que le sucede a los otros, en su participación
decidida en los actos públicos que promueven el bien común, asumiendo la
corresponsabilidad frente el ejercicio de los derechos de los ciudadanos y
ciudadanas.
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